Nuestra misión es innovar a toda costa

Así comenzó nuestro sueño

Federico Peña Mayer, un contador público con espíritu emprendedor, fue invitado a una excursión familiar en Cuernavaca a mediados de diciembre de 2008. Al viaje también fue Carlos Ortiz, quien para asar la carne llevaba un artefacto que él mismo había diseñado: una estructura de metal ligero con una parrilla en la parte superior.

La curiosidad de Federico lo llevó a probar la pieza. “Sólo tres instrucciones, además de poner el carbón”, dijo Carlos a Federico. “Incendia bolitas de papel en la bandeja de la parte inferior, introdúcela al asador y ciérralo de forma hermética”. El carbón se prendió en cinco minutos y duró así por cuatro horas. Y Federico vio “la luz” con fascinación. Después estrechó la mano de Carlos y le dijo: “Sr., soy su socio”.

Descubrí que había muchas dificultades para encender el carbón y mantener el fuego vivo, mi reto fue encontrar la manera de hacerlo más sencillo

Carlos Ortiz

Historia

“Comencé a diseñar el asador en 1982”, recuerda el ingeniero en electrónica y autor del sistema de CARBONeat. “La idea del asador nació mientras viví en Monterrey, donde asar carnes es casi un ritual sagrado. Descubrí que había muchas dificultades para encender el carbón y mantener el fuego vivo; siempre se necesitaba de alguien que estuviera soplando. Mi reto fue encontrar la manera de hacer más sencilla la actividad manual, para dejar actuar a la mecánica de la combustión”.

Anticipado a la tendencia de movilidad que hoy se vive, Carlos terminó haciendo de su asador un objeto práctico y portable, capaz de desplazarse a cualquier lugar sin esfuerzo y dándole dos ventajas: ahorro de tiempo –tanto en el encendido de la parrilla como en el de cocción de los alimentos– y adaptación a cualquier espacio.

De algún modo, también fue un visionario. Sin embargo, no estaba consciente de todos los beneficios que podría dar con su creación a los consumidores y a él como emprendedor. La invención de Carlos Ortiz se transformó en marca gracias a las destrezas de Federico casi tres décadas después. Este joven de 35 años ya tenía experiencia como emprendedor en ecoturismo y venta de productos por Internet.

A partir de entonces los emprendedores sólo han conocido el éxito. “Nuestra ventaja es que es un asador apto tanto para una persona que vive en un departamento con poco espacio como para alguien que suele irse de excursión al campo”, detalla Federico. A tan poco tiempo de haber sido lanzado, llevan más de un centenar de unidades vendidas a través de su portal.

El caso de CARBONeat deja dos lecciones para los emprendedores. La primera, es que la creatividad y la innovación siempre serán recompensadas. La segunda, es que una oportunidad de negocio puede aparecer en cualquier parte si el ojo está atento y la inteligencia analítica se conjuga con la imaginación.

Esto último fue lo que le faltó a Carlos, ya que a pesar de su creatividad asegura que en su juventud “había menos oportunidades para emprender en el país y terminabas vendiendo tu idea a algún corporativo”.

“Carlos y yo tenemos una misma visión: innovar a toda costa”, asegura Federico. Así, da prueba de que en México existe una nueva generación de emprendedores. Y Carlos, de que no hay edad para emprender.